El populismo identitario defiende una forma pervertida de democracia, una democracia que supuestamente surge por "generación espontánea" del pueblo mismo, y que tiene la obligación de encarnar sus esencias; una democracia en la que sólo tiene derecho a participar el "auténtico" pueblo, en la que el pluralismo ideológico se considera un mal y en la que la libertad individual debe ponerse siempre al servicio de la comunidad, sin sobrepasar nunca los límites impuestos por la tradición.