En el siglo XIX, con el inicio del proceso de emancipación de los judíos, con su progresiva integración en todos los sectores de la sociedad europea y el consiguiente auge del antisemitismo, la literatura antitalmúdica vivió una nueva Edad de Oro, comparable a la que ya vivió en determinados momentos de la Edad Media y la Edad Moderna. Los textos rabínicos —y en menor medida el Antiguo Testamento— aparecieron de forma recurrente en las obras de los principales autores antisemitas, y, dentro de la literatura antisemita, el antitalmudismo se convirtió en un verdadero subgénero.[1]
Los textos rabínicos fueron utilizados una y otra vez con el objetivo de mostrar al público de dónde procedía la maldad de los judíos: de su misma “esencia”. Así, si se pensaba que los judíos eran una amenaza, que eran el enemigo, si se consideraba que su inclusión como ciudadanos iguales dentro de los Estados europeos suponía un peligro, era en los textos sagrados —donde supuestamente residía la “esencia” del judaísmo—, donde cabía encontrar una explicación a todo ello. Era en esos textos donde cabía encontrar la prueba de que todas esas creencias no eran meros prejuicios infundados, sino que tenían un fundamento real en lo que la propia tradición judía enseñaba. Así cabe entender que el abate Emmanuel-Augustin Chabauty afirmara que:
«No tenemos necesidad de entretenernos con la larga exposición de hechos particulares y su interminable discusión, con el fin de saber de qué sentimientos están imbuidos los judíos actuales y sus príncipes con respecto a los demás hombres, y especialmente hacia los cristianos. Nos bastará con consultar el Talmud.»[2]
No hacía falta, pues, realizar un estudio científico acerca de los judíos contemporáneos para saber cómo eran. Bastaba con leer sus textos sagrados, donde su espíritu, su carácter colectivo, se reflejaba a la perfección. Así lo afirmaba también Houston Stewart Chamberlain: «De nuestra increíble ignorancia de la naturaleza judía somos nosotros mismos los únicos culpables; nunca un pueblo dio una imagen tan completa y honesta de su propia personalidad como la que dio el pueblo hebreo en su Biblia, una imagen que (por lo que puedo juzgar a partir de fragmentos) se hace más completa en el Talmud».[3] De manera semejante, Johannes Nordmann considerara que «la adecuada evaluación de los personajes bíblicos y el análisis de las enseñanzas bíblicas eran mejores guías de la mentalidad judía que la azarosa observación de los judíos contemporáneos».[4] Más tarde, el ideólogo nazi Dietrich Eckart, afirmará que «basta hojear un par de horas en el Talmud (…) y ya no queda una duda en pie respecto a los judíos. (…) Cuando [los judíos] miran en su interior [i.e. el del Talmud], es su propio y más íntimo ser el que les devuelve la mirada».[5]
En definitiva, la utilización de los textos sagrados judíos dentro de la literatura antisemita cumplía un cometido muy importante en la representación del judaísmo y los judíos como una amenaza para “nuestro” bienestar y supervivencia. Esos textos servían para construir un carácter colectivo, para atribuir a todos los judíos del mundo, a lo largo de toda la historia, un mismo “espíritu”, una misma forma de ser, de pensar y de actuar. A partir de la selección interesada de una serie de pasajes determinados de esos textos —aquellos que mejor se ajustaban a la imagen preestablecida del judaísmo como una doctrina intolerante, cruel y sanguinaria— se podía atribuir a todo el pueblo judío un carácter amenazante. El objetivo, obviamente, era mostrar que el judaísmo era una doctrina nociva y que los judíos, al menos mientras siguieran siendo judíos sinceros, serían un peligro para el resto de seres humanos. Esos textos, por tanto, servían de “prueba” de que el mal que representaban los judíos estaba en el origen mismo del judaísmo, en sus bases doctrinales, en su “esencia”, en su “espíritu”. Ningún otro elemento del discurso antisemita podía cumplir la misma función con la misma eficacia.
No es que hubiera algunos judíos malos. Todos ellos, educados en una doctrina maligna, lo eran, al menos mientras fueran sinceros. Gougenot des Mousseaux lo explicaba claramente cuando decía: «Si sabemos en qué crees, sabremos lo que haces. Porque el hombre actúa de acuerdo a su creencia; su fe gobierna y da forma a sus costumbres. (…) Así sea la creencia religiosa de un hombre, así será la norma de sus costumbres, su moral, así serán sus actos, su vida». Por lo tanto, «cuando sepamos lo que el judío piensa, cuál es su fe, cuál es su ley, lo que son sus doctores, sabremos qué debe hacer y qué hace el judío; sabremos lo que es, ¡y hallaremos todo el beneficio en saberlo!».[6] Y esa doctrina se encontraba, según la mayoría de los antisemitas, principalmente en el Talmud. Ahí es donde había que buscar, ahí es donde se encontraba la clave para entender cómo eran los judíos y por qué eran la amenaza que eran.
Notas:
- [1] Véase F. BRAVO LÓPEZ, En casa ajena: bases intelectuales del antisemitismo y la islamofobia, Barcelona, Ed. Bellaterra, 2012, pp. 105-201; H. NOACK, Unbelehrbar? Antijüdische agitation mit entstellten Talmudzitaten, Paderborn, University Press, 2001.
- [2] E.-A. CHABAUTY, Les Juifs, nos maîtres! Documents et développements nouveaux sur la question juive, París, Société Générale de Librairie Catholique, 1882, p. 191, cursivas en el original.
- [3] H.S. CHAMBERLAIN, The Foundations of the 19th Century, 2 vols., John Lane, The Bodley Head, 1912, vol. 1, p. 340.
- [4] Cit. en J. KATZ, From prejudice to destruction: anti-Semitism, 1700-1933, Cambridge, MA, Harvard University Press, 1980, p. 213.
- [5] D. ECKART, Der Bolschewismus von Moses bis Lenin. Zwiegespräch zwischen Adolf Hitler und mir, Múnich, Hoheneichen-Verlag, 1924, p. 41.
- [6] R. GOUGENOT DES MOUSSEAUX, Le Juif, le judaïsme et la judaïsation des peuples chrétiens, París, Henri Plon Imp., 1869, pp. 5 y 16.
Este texto es un fragmento, escasamente modificado, del capítulo Bravo López, Fernando. «El Talmud en el antisemitismo español: la pervivencia de la tradición antijudía premoderna a la luz de la difusión en España de los textos antitalmúdicos de Sixto de Siena». En Judíos entre Europa y el norte de África (siglos XV-XXI), editado por Eloy Martín Corrales y Maite Ojeda. Barcelona: Bellaterra, 2013, pp. 119-146.